sábado, 3 de octubre de 2009

¿Por qué los pájaros?


Levi-Strauss nos dice en “El pensamiento salvaje” que las aves “pueden permitirse asemejarse a los hombres precisamente por lo mucho que difieren de ellos”. Forman una sociedad independiente a la nuestra, y en razón de homología a la nuestra, “se dan objetivamente todas las condiciones para que concibamos el mundo de las aves como una sociedad humana metafórica”, paralela a la nuestra en otro nivel. De hecho la mitología y el folklore clásicos guardan ejemplos abundantes de todas las épocas y culturas”. Me parece demasiado rotunda la manera que tiene Levi-Strauss de afirmar su pensamiento, pero me gusta mucho eso de definir el mundo de las aves como “una sociedad humana metafórica”, me parece una bonita descripción, que, en lo que se refiere a mi obra, es de perfecta aplicación.
Cierto es que de algún modo esta afinidad es algo normal y comprensible, porque los pájaros conviven con nosotros en nuestros pueblos o ciudades, cosa que no hacen otras especies. Las especies de pájaros pequeños, por lo general no se sienten amenazados por nosotros, y nuestro hábitat no supone la eliminación del suyo, si no que saben adaptarse fácilmente. Quizás al final hayan terminado por caernos simpáticos. Jorge Perianes dice que los animales nos ayudan a acercarnos al asunto que el artista trata de una manera más graciosa, como un cuento, como si así lo que nos van a contar las obras, nos doliera menos “Es un discurso narrado al hombre-niño actual”. Yo no considero que el hombre actual sea un niño o deba ser tratado como un niño, pero si pienso que mis obras, o las de Jorge Perianes, tienen un carácter algo infantil (más las suyas que las mías) y una inocencia e ingenuidad buscadas.
Pero quiero ir más allá de eso, más allá del carácter afable o la imagen agradable que puedan transmitirnos los pájaros, hay algo más que nos gusta de ellos, y es su capacidad de volar. Desde siempre el hombre ha querido volar. La historia de la aviación corrobora la existencia de esa afinidad entre nuestra especie y las aves. Yendo a momentos bastante anteriores a Leonardo Da Vinci y sus inventos, nos encontramos con que ya en la Córdoba del siglo IX, un hombre llamado Ibn Firnas podría haber sido el primero en volar, al menos que se sepa. Lo que nos interesa es que al igual que más tarde haría Leonardo, Ibn Firnas dedicó bastante tiempo a la observación del vuelo de los pájaros: “De esta manera, durante años, Firnas estudió metódicamente el vuelo de los pájaros para llegar a la conclusión de que necesitaba una máquina con la que, a imitación de estos, lograría su anhelo.” Y más curioso aún, al construir su aparato, lo revistió de seda y plumas, pensando seguramente que las plumas transmitirían al aparato algo de la cualidad de las aves. Desde luego no las colocó porque pensara que la ligereza de los materiales era esencial para que la máquina se elevara, ya que la estructura estaría hecha de materiales como madera o metal, más pesados. Quizás atribuyó a las plumas cierto simbolismo para tratar de asemejar su máquina voladora a un ave, o quizás pensara que era preferible que el viento acariciara unas plumas o una tela de seda, a que se topara con un pedazo de madera o de metal. El caso es que tras lanzarse desde la mezquita de Córdoba y planear durante varios segundos, Ibn Firnas “Había alcanzado, sin embargo, su mayor sueño: volar como las aves.” Y al igual que él, Diego Marín Aguilera, el 15 de mayo de 1793, consiguió volar durante unos cientos de metros lanzándose en su “pájaro mecánico” desde el castillo de Coruña del Conde (Burgos), donde el Ejército del Aire colocó hace años un monumento para conmemorar tal hazaña. El punto en común entre ambos es que Diego, en sus largas jornadas de pastor en el campo, se inspiró en la contemplación del vuelo de los pájaros, y como Ibn Firnas, utilizó plumas en el recubrimiento de la máquina: “Llegado el año 1793, el pájaro mecánico de madera y metal estaba casi terminado. La visión de aquel artilugio seguramente debió ser de lo más asombroso, aunque lamentablemente no ha quedado ningún registro gráfico del mismo. Se cuenta que su envergadura rondaba los ocho metros y su cuerpo, con cuatro metros de longitud, contaba con un recubrimiento de plumas.”
Todo esto nos muestra que la historia de la aviación le debe mucho a la contemplación del vuelo de los pájaros, y al deseo de los hombres por imitarlo, y más aún, que a las plumas de los pájaros se les atribuían de alguna forma y aunque no se reconociese explícitamente, capacidades aerodinámicas o me atrevo a decir incluso cualidades “mágicas” en las que residía el privilegio de poder volar.
Vemos entonces que incluso en el deseo de volar físicamente, influye una idea mental o imaginativa alejada de la ciencia o de la física y cargada de cierto romanticismo o deseo de imitación de las aves. Como decía antes, multitud de expresiones y escritos, nos hacen notar que el deseo de volar está más arraigado en nosotros de lo que podemos pensar. Lo que el hombre quería era volar, pero la imagen de la máquina era demasiado ruda y ellos querían ser frágiles como pájaros, elevarse, sentir el aire contra su piel y hacer piruetas junto a las nubes. La máquina convertía todo eso en algo más artificial, y las plumas devolvían al invento a esos anhelos que eran la génesis de la idea, a los pájaros.
A lo que yo me refiero en mis obras es a una forma de volar menos física y más mental, “volar” utilizado también como metáfora de “conseguir sueños, deseos o metas consideradas utópicas o difíciles”. Esa es la base de que yo utilice tanto a los pájaros cuando quiero hablar de la vivienda, o mejor dicho, cuando quiero hablar de mi deseo personal de tener una vivienda. Volar, entendido de esta manera, refleja mejor mis ganas de conseguir algo que veo difícil, pero que me daría una sensación de libertad o liberación, al igual que aquellos hombres buscaban en definitiva también de los pájaros la libertad que suponían se sentía al dominar el vuelo.
A partir de aquí, y utilizando esta afinidad existente entre los seres humanos y los pájaros, intento hablar en mis obras de la vivienda, de la necesidad de habitar, de cómo ha cambiado la casa, etc., y el típico modelo de casa de pájaros que todos conocemos se convierte para mi, por asociación, en el objeto mediante el cual puedo tratar el tema del que hablo. De la obra del artista Curro Ulzurrun se dice: “Así, a la imagen de la cabaña, del primer refugio construido y habitado por el hombre, se le superpone la del nido de los pájaros, y una y otra se confeccionan a veces mediante plumas y otros materiales naturales, que sugieren el vuelo”.